Comienza un nuevo año, y con ello la oportunidad de mejorar o cambiar, cualquier cosa que deseemos en la vida. Alejando nos deja una enseñanza, con el arquero que mejoró el hábito de apuntar, enfocar y perfeccionar su técnica para llegar hasta la luna, sus flechas. Desde luego, nunca la alcanzó, pero seguro nadie más en el planeta hacía llega la flecha tan lejos, como este arquero.
En este artículo no voy hablar ni de flechas ni de la luna, pero si de algunas habilidades que estoy seguro, muchos de nosotros le gustaría mejorar. Veamos a que me refiero el día de hoy.
La serenidad es un estado mental. Es la calma y la quietud que necesitamos para vivir, pensar y respirar.
Hay persona que llevan el peso de una carga triple: las preocupaciones que han tenido, las que tienen ahora y las que esperan tener. Nuestro presente y su correcta gestión ya es suficiente responsabilidad. Es importante aprender a clausurar los temas pasados, centrarnos en nuestro presente y no dedicar demasiada energía en anticipar nuestro futuro.
Nuestra paz interior va a depender de cómo gestionemos nuestras emociones. Soy yo quien decide ser de una forma u otra. Soy yo quien elige equilibrio o desasosiego, quien escoge cielo o infierno.
Aunque no podamos evita determinadas situaciones difíciles o complejas, aunque tengamos la impresión de que todo se nos escapa, siempre es posible escoger nuestra actitud ante aquello que sucede. Esta es nuestra primera libertad y un ejercicio de responsabilidad que modulará el grado de sufrimiento o gozo que incorporaremos a nuestra vida y que será fruto de nuestra mayor o menor coherencia personal.
Un ejemplo que reafirma la sabiduría del párrafo anterior, lo sintetiza la siguiente la siguiente anécdota, que he titulado "un olvido importante".
Cuentan que un experimentado conferencista distribuyó unas hojas de papel a los miembros de su auditorio y les pidió que escribieran sus preguntas a fin de poder luego discutirlas y comentarlas, fundamentado en el tema que estaba compartiendo. Era una dinámica rutinaria, en sus conferencias, que generaba reflexión y muchos aprendizaje.
Todo se había ejecutado según el procedimiento, hasta que algo fuera de lo normal observó. El conferencista abrió una de las hojas que le habían dado y observó que en le papel plegado sólo había una palabra: IDIOTA
Nunca antes había sucedido.
La leyó, sin inmutarse, en voz alta y se dirigió a su público, comentando: Damas y caballeros, en las múltiples conferencias que llevo dando desde hace años, muchas personas han escrito sus preguntas y han olvidado firmar con su nombre, pero he de decirles que esta es la primera vez que alguien firma con su nombre y olvida escribir su pregunta.
Aunque la salida del conferencista fue media irónica, también optó por una mejor opción, que fue sacarle algo positivo o jocoso, a la situación. El pudo haber tomado el camino de la rabia y subirle emoción a la situación, pero escogió, otra opción.
Las emociones, como la ira mal gestionada, dejan señales y causan cicatrices en nosotros mismos y en las personas que nos rodean. El autocontrol es una competencia emocional imprescindible: el enemigo no se halla afuera, está dentro de ti, dentro de todos nosotros. Es importante aprender que es posible rechazar, sin violencia, las agresiones que nos llegan, los insultos y las ofensas.
¿A quién pertenece un obsequio? ¿a quién lo entrega o a quién lo recibe? Si no aceptamos las agresiones, si no las damos por recibidas , se las quedarán quienes hayan querido trasladárnoslas: hay regalos que no conviene recibir.
Como dice el Dalai Lama, sólo cuando tenemos paz interior podemos estar en paz con quienes nos rodean.
Cuando hacemos una elección, es necesario asumir que debemos dejar de lado las otras alternativas. Aprender a desprendernos de relaciones, ideas, objetos, emociones, ofensas y cargas, es un aprendizaje vital imprescindible para no quedar anclados y poder seguir adelante, ligeros de equipaje. Es posible elegir el equilibrio, vivir intensamente nuestro presente con atención, centrados y abiertos a la vida. Nunca debemos olvidar que hay una sola persona con la que, con seguridad, vamos a compartir toda nuestra vida: nosotros mismos. ¿Escogemos vivir con equilibrio o escogemos el desequilibrio? Nadie pude decidir por nosotros.
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